Startups | Silicon Valley ha sido por décadas la capital tecnológica del mundo. De eso no hay dudas. Su combinación de experiencia en ingeniería, redes empresariales prósperas, grandes fondos de capital, universidades sólidas y una cultura tomadora de riesgos han hecho de Silicon Valley una región difícil de replicar, a pesar de los muchos intentos por hacerlo. Pareciera no haber un rival a la vista del principal centro de innovación del mundo.
Descentralización y concentración. La tendencia mencionada en el párrafo anterior está cambiando. Tantas nuevas empresas se están expandiendo a otros lugares geográficos que la tendencia ya tiene nombre: Off Silicon Valleying. Al mismo tiempo que se da esta descentralización, en la que la innovación se distribuye en distintas ciudades del mundo, comienza a darse un proceso de concentración del capital a invertir en las manos de menos empresas.
Contrario al histórico reinado del Venture Capital (Capitales de Riesgo), un formato de financiación destinado a empresas startup en fases tempranas, el mundo de la innovación tecnológica está virando a lo que se conoce como “Winner-Takes-All Market”, aquellos mercados en los que las empresas con mejor performance se llevan la mayor parte de la financiación, mientras que los restantes jugadores se quedan con el remanente. Se empieza a ver una generación de Capitales de Riesgo mucho más ambiciosos y más parecidos a las tradicionales firmas de capital privado.
La sombra de los colosos. Con esta tendencia, el problema que se plantea es que el campo de juego para la innovación también se va reduciendo.. Las startups luchan cada vez más para atraer capital a la sombra de los gigantes tecnológicos, los “big fish”. En 2017, el número de primeras rondas de financiamiento en Estados Unidos se redujo en aproximadamente un 22%. Cuando las posibilidades de éxito de una startup son aún menos seguras y los beneficios salariales no distan de los de un trabajo estable en uno de los gigantes, el dinamismo sufre.
La segunda forma en que la innovación se está reduciendo es mediante políticas cada vez más hostiles en Occidente. El creciente sentimiento antiinmigrante y un régimen de visa más estrictos introducido por el presidente Donald Trump tienen efectos en toda la economía: los empresarios extranjeros crean alrededor del 25% de las nuevas empresas en Estados Unidos. Silicon Valley floreció por primera vez, en gran parte, debido a la generosidad del gobierno. Pero el gasto estatal en universidades públicas en toda América y Europa ha caído desde la crisis financiera de 2007-08. La financiación para la investigación básica es inadecuada: el gasto federal y gubernamental de los Estados Unidos en I&D fue de 0.6% del PIB en 2015, un tercio de lo que era en 1964, y va en la dirección equivocada.
Si el declive relativo de Silicon Valley anunciara el auge de una red global de prósperos centros tecnológicos rivales, valdría la pena celebrar. Desafortunadamente, este panorama se parece más a una advertencia de que la innovación en todas partes se está volviendo más difícil de concretar, y de que los emprendedores deberán potenciar aún más cuestiones que están en su ADN y son sus principales fortalezas y valores diferenciales, como lo son la la agilidad, la eficiencia y la innovación.